jueves, 23 de febrero de 2012

Pesado pescado

Hola mundo. 

Anteayer comí en casa de mi madre... Pescado.
No está mal el pescado, hay que añadirlo a la dieta porque integra ciertos componentes de la misma (creo que fósforo y alguna otra cosilla) muy necesarios para vivir.

Yo ya sabéis que suelo echar caballa en mis ensaladas, aparte de que ocasionalmente cae alguna doradita a la sal. No obstante y por las fechas invernales que corren, mi ritmo ensaladil ha disminuido drásticamente, ya que una fría noche de invierno lo que menos te apetece tomar es una ensalada fresquita ¿no?. Mucho mejor una caliente sopa reconstituyente o unos lomitos a la plancha... total, que el nivel de consumo de pescado en mi dieta ha descendido de forma alarmante. 

Mi madre, conocedora como solo una madre sabe conocer de esta circunstancia, ha añadido pescado entonces a lo que me prepara para comer al medio día. Así tengo mis complementos vitamínicos debidamente complementados (o complementacionados, que es mas)

Pues nada, anteayer pescado.

Del pescado de anteayer no recuerdo su nombre, que no es que no lo sepa, sino que no lo recuerdo ahora. Es este pescado color naranja.... ¿salmón quizá? bueno, lo que sea. El caso es que me lo comí enterito, que es lo que tiene que hacer uno con el plato de comida (me dejé las espinas, eso sí) y, tras comerlo, eché mi siettita de medio día.

Estaba yo tan tranquilo con mi siettita cuando empecé a sentir en mis entrañas sensaciones extrañas... 

Notaba mi barriga correr cual caballo galopante, como jaca jacarandosa, como lluvia frondosa... Algo en mí hacía que sintiese mis tripas retorcerse con voces de ultratumba, como un eco que vuelve, como la voz doliente del agua rompiente.

Perniciosas sensaciones se abalanzaban sobre mí y hacían que la extrañeza del momento se volviese urgencia de movimiento.

Presionado por la premura de la situación, encaminé mi agitación corporal al asiento en que incluso los dioses se vuelve humanos y, tras dejar que mi alma quedase en paz con mi cuerpo, alivié la insana emoción que me embargaba de la mejor manera que pude. 

Esta situación se repitió con incómoda periodicidad hasta el día de ayer en que, por fin, quedé libre de la esclavitud de mi cuerpo y pude, de nuevo, dedicarme a cultivar el alma.

Aaaaaaayyyyyyyyyy, mi querido pescado.... ni contigo ni sin ti......

MUNDOOOOOO, SED FELICEEEEESSSSSSS. YO LO SOYYYYYY

3 comentarios:

  1. Pos no se yo si sería el pescado, pues no es normal que este alimento cause éstas tus sensaciones, no has añadido que normalmente despues del primer plato siempre picas algo de fiambre, o que en vez de fruta comer arroz con leche, natillas o cualquier postre caserito que tu máma (ya que yo no tengo mamá, yo tengo máama) te tiene preparado,... ya ves yo lo achaco más bien a algun alimento superfluo de éstos que te pimplas cada 2x3.

    ResponderEliminar
  2. ¿Llamado vulgarmente ATRACON?

    ResponderEliminar
  3. Pos no se si fue atracón o peazo morcón, pero me sentó como el pompis....

    ResponderEliminar

Por favor, este blog lo leen personas mayores, no escribas guarrerías. Si quieres publicar un comentario, en el desplegable que hay junto a "COMENTAR COMO" tienes que seleccionar "Anónimo", escribes el comentario y, por último, pinchas en "Publicar"